Crítica de Creed. La leyenda de Rocky

Abrimos una semana más nuestra Sala
Cuatro, para hablaros largo y tendido sobre uno de los últimos estrenos que
hicieron su entrada en la cartelera en el mes de enero, Creed. La leyenda de Rocky

Si vas al cine con la intención de
disfrutar de Rocky dentro de un cuadrilátero, da media vuelta y vuele a casa
antes de comprar la entrada, ya que en Creed,
el mítico púgil italoamericano no le parte la cara a nadie. Y no lo hace,
no porque le falten ganas de volver al ring (aunque visto con un poco de
distancia, igual un poco de pereza igual si le que da por la edad que ya va
teniendo), sino porque el protagonista de la película es otro mucho más joven y
lozano.

Un joven, Adonis Johnson, que se aparta
de la comodidad de su lujoso hogar para perseguir uno de sus más grandes
sueños: convertirse en boxeador profesional. Sueño, para el que lleva preparándose
desde hace algunos meses en combates clandestinos celebrados al otro lado de la
frontera, en el que Johnson desea incluir como entrenador a Rocky Balboa, el
viejo amigo de su padre.

¿Consigue su objetivo? Por supuesto que
sí, ya que este voluntarioso joven es capaz de hacer que el viejo Rocky vuelva
a tener ganas de luchar por conseguir algo.

La
verdad es que nos ha sorprendido gratamente, ya que en este film, además de
boxeo, hay muchas otras cosas.

Hay
un Rocky caduco, mucho más humano que en otras de sus películas, al que la
llegada del hijo póstumo de Apollo Creed le hace ver que todavía puede ser
alguien valioso para la sociedad.

Una trama amorosa, la cual tampoco se echaría demasiado de menos si no estuviera
en la película.

Y
sobre todo, hay un nuevo boxeador con mucho talento y ganas de comerse el
mundo, al que muy posiblemente veremos peleando en una u dos entregas más por
conseguir el ansiado título mundial de los pesos pesados.